La familia constituye nuestro núcleo social más íntimo y el tipo de relación que mantengamos con la misma nos afecta profundamente en todos los aspectos de la vida. Unas relaciones familiares saludables deben basarse en la comunicación, el respeto, la comprensión, la empatía y en la capacidad de llegar a acuerdos comunes.
Cuando estas cualidades están ausentes pueden surgir las llamadas relaciones familiares tóxicas, un problema que a menudo supone un lastre para el resto de nuestras relaciones sociales, tanto afectivas como laborales, y también para nuestra propia autoestima.
En qué consiste una relación familiar tóxica
Cualquier tipo de relación puede caer en la toxicidad, desde las relaciones de amistad hasta las laborales, y todas tienen consecuencias negativas. La particularidad de las relaciones familiares tóxicas es que son más complicadas de evitar.
Una amistad puede finalizar por simple elección, un trabajo se puede sustituir por otro, pero los padres, los hermanos o los hijos nunca dejan de serlo. Un familiar siempre será un familiar, lo que complica notablemente la forma en que podemos gestionar nuestras relaciones.
Una relación familiar tóxica es la que se da cuando los uno o varios miembros de la familia buscan la sumisión, el control o la represión de alguno o algunos miembros de la misma. Es habitual que este tipo de entorno familiar provoque un dolor y un sufrimiento que derive en serios trastornos psicológicos y emocionales, desde el estrés y la ansiedad hasta la depresión.
Ejemplos de familiares que “consumen “ nuestras emociones
Una relación familiar tóxica no deja de ser una forma de maltrato psicológica en la que uno o varios miembros de la familia “vampirizan” las emociones o energías de otro u otros miembros.
Las formas de llevar a cabo este maltrato son muchas. No es posible hacer un “retrato robot” de un familiar tóxico, aunque sí existen diferentes tipos de personalidades que los definen. Veamos algunas de las más comunes.
- Descalificadores: quienes restan importancia a los logros conseguidos por otros miembros de la familia, ya sea a nivel académico, laboral, deportivo, etc.
- Culpabilizadores: se los identifica no solo por cargar las culpas de forma exagerada sobre otros miembros de la familia cuando algo sale mal, sino también por atribuirse los logros cuando algo sale bien.
- Narcisistas: personas que no saben agrandar su autoestima si no es a costa de la autoestima de otros miembros de la familia.
- Manipuladores: quienes recurren al chantaje emocional para salirse con la suya.
- Envidiosos: personas muy competitivas que son incapaces de aceptar ser superados por otros. Dentro del entorno familiar es muy común entre hermanos.
- Autoritarios: quienes utilizan la autoridad de un modo excesivo e inflexible, sin permitir ninguna autonomía en las decisiones de los demás. Es un tipo de toxicidad que suele darse en las relaciones entre padres e hijos.
- Explosivos: muy relacionados con los autoritarios, pero con un componente de intimidación que suele darse en forma de gritos o comportamientos agresivos.
Indicadores de una relación familiar tóxica
El primer paso para aprender a gestionar una relación familiar tóxica es reconocer que se está viviendo esta situación. No siempre es fácil, especialmente cuando es una realidad que se lleva viviendo desde hace años y que puede parecernos natural. No hay que confundirse, no es natural y es un error tener esa impresión. A continuación te mostramos algunos indicadores que deben ponerte alerta.
- Sobreprotección e inseguridad: un exceso de protección puede convertir a la persona sobrepotegida en dependiente y provocarle un permanente sentimiento de inutilidad e inseguridad.
- Permisión excesiva: el extremo opuesto a la sobreprotección, la desidia, es también un rasgo tóxico en la familia que puede provocar sentimientos de culpa y abandono.
- Individualismo: puede ser un problema tanto por defecto como por exceso. Una familia saludable no debe coartar la autonomía de sus miembros, pero tampoco es conveniente que cada uno vaya por su lado olvidando los objetivos comunes de la convivencia familiar.
- Castigos excesivos: aunque una moderada disciplina es necesaria para la convivencia familiar, esta ni puede ser impuesta mediante la aplicación de abusos físicos, verbales o emocionales.
- Chantajes emocionales: un modo de manipulación emocional consistente en en generar malestar o culpa en otros miembros de la familia para conseguir unos objetivos concretos.
Cómo gestionar las relaciones familiares tóxicas
Una vez que hemos tomado conciencia de los rasgos tóxicos de nuestras relaciones familiares, es el momento de tomar las medidas oportunas antes de que el daño emocional ocasionado pueda conducirnos a sufrir algún trastorno psicológico grave.
- Desarrollando nuestras habilidades sociales: el mejor camino es la asertividad, es decir, exponer nuestras convicciones y defender nuestros derechos ante la familia, sin sumisión pero también sin agresividad.
- Expresando nuestros sentimientos: una actitud muy relacionada con la asertividad y que puede contribuir a que nuestros familiares se comporten de un modo más empático con nosotros. No siempre lo que sentimos es evidente para las personas que nos rodean y es necesario verbalizarlo.
- Alejándonos de la relación: no siempre está en nuestra mano cambiar el statu quo de una relación familiar tóxica. En ocasiones, hagamos lo que hagamos, el problema persiste sin mejoras. Es un momento para plantear un alejamiento, ya sea temporal o definitivo. Nuestra salud emocional debería estar por encima de cualquier vínculo familiar.
- Pidiendo ayuda: no siempre somos capaces de desarrollar nuestra asertividad, comunicar nuestros sentimientos o tomar duras decisiones en el entorno familiar por nosotros mismos. En estas circunstancias es aconsejable pedir ayuda a un profesional de la psicología para que nos indique los posibles caminos a seguir.
Las relaciones familiares tóxicas son más comunes de lo que se pueda imaginar. Aunque a nivel emocional y cultural el vínculo con la familia es el más fuerte dentro de nuestra sociedad, en modo alguno debe significar que haya que aguantar situaciones injustas que nos conduzcan a graves problemas de autoestima.